Quienes estáis con nosotros desde nuestros inicios sabréis que la cerámica TEMPLE siempre ha estado presente entre la cerámica de La Postalera. Su diseño geométrico y sus colores pasteles atraen a todo tipo de público y hoy os hablaremos de quién hay detrás de la marca.
Su nombre es Rosa Jiménez Arenas y hace tres años decidió embarcarse en su proyecto personal de diseño de producto en cerámica.
Es graduada en Diseño de Producto por la Universidad Politécnica de Valencia, y desde el inicio de sus estudios se empezó a interesar por los procesos de diseño y de producción independientes, donde cada uno de los pasos desde los planos a su distribución pasan por la misma persona. Fue con el proyecto final de grado donde descubrió el mundo de la cerámica y comprendió que era la vía perfecta para dar forma a sus ideas.
Rosa nos cuenta que aprovechó su estancia en Valencia para compaginar su vida profesional, en un estudio de diseño gráfico, con sus estudios en cerámica. Así, pudo realizar el primer año del Grado Superior de Cerámica Artística en la Escuela de Cerámica de Manises y acabar la formación en París, en la Escuela de Artes Aplicadas Duperré. La posibilidad de ver las dos formas de enseñanza en el mundo de la cerámica le animaron a montar su propio taller. Se podría decir que Manises le proporcionó de una manera muy clara la parte técnica y Paris le abrió la vía de la experimentación.
"Gracias a ambas escuelas, a día de hoy me siento muy libre a la hora de investigar nuevas tierras, crear nuevos esmaltes, desarrollar mi paleta de color de manera autónoma a través de mis propias recetas, y a fin de cuentas, a equivocarme mil veces hasta mejorar e ir descubriendo matices y acabados distintos e interesantes para mi trabajo."
Sus piezas están muy definidas por su formación en diseño de producto, "el proceso de diseño es una de las tareas más importantes y a las que más tiempo dedico" nos comenta Rosa. Busca encontrar objetos únicos, pero útiles, que nos acompañen en el día a día y que aporten sensaciones en nuestras tareas cotidianas. Le gusta darle la vuelta al producto, salir de los arquetipos de “florero” o de “taza” y redibujarlos para que además de cumplir su función utilitaria, participen en el espacio y formen parte de un conjunto que se articula a nuestro alrededor.
De su formación de diseño de producto también surge su interés por los moldes. "Mis piezas tienden a las líneas rectas y a formas geométricas. Esto me hizo plantearme el modo de trabajo que más iba a responder a mis necesidades como diseñadora." Los moldes han sido uno de los procesos de creación cerámica que más le ha interesado, tanto sus procesos de fabricación como su capacidad hacer pequeñas tiradas de determinadas piezas. Gracias a esto, pudo dedicar más tiempo a diseñar y a analizar cómo materializar un objeto que tiene en la cabeza y en los planos.
De esta forma, pudo sacarle un rendimiento a un diseño y permitirse experimentar con otra de las tareas que va bastante arraigada a su formación: el diseño gráfico. "Desde el principio, de una forma natural comencé a experimentar con las distintas técnicas de decoración cerámica para conseguir distintos estampados o composiciones que en el plano funcionan muy bien, pero que a la hora de llevar a cabo presentaban diversos problemas. Estos retos me han llevado a experimentar esos acabados, y ser capaz de plasmarlos en mis piezas y crear objetos que funcionan en diversos contextos."
Todos estos procesos creativos se traducen en un gran número de tareas en el taller. Desde que una idea sale de su cabeza y la analiza en bocetos y planos, hay que realizar los moldes, un trabajo técnico calculado y meticuloso, porque de la buena realización del molde, podrán salir correctamente las piezas deseadas. Se tienen que preparar las arcillas, cada una con la plasticidad o densidad necesaria para el tipo de modelado que vaya a realizar. Cuando la pieza está hecha, hay que modificarla y arreglarla, hasta conseguir la forma y la superficie que le interesa. Cada tipo de decoración conlleva que la pieza esté en un estado u otro, con lo cual es algo a tener en cuenta durante todo el proceso. "Disfruto mucho preparando los engobes (tierra coloreada) y pintando las piezas con los diseños de los que hablaba anteriormente. Es una de las partes más relajantes. Cuando las piezas se secan lentamente, se meten al primer horno: el bizcocho. Cuando pasan dos días, puedo abrir el horno y esmaltar las piezas, dejar secar y volver a meter al horno de esmalte. Otros dos días más tarde, por fin puedo abrir el horno y sacar las piezas acabadas. Cada una de estas tareas, se realizan individualmente, por lo que a cada paso, se va dejando una huella, una marca o incluso un defecto, que hace que esa pieza única", nos explica la ceramista.